jueves, 7 de agosto de 2014

Las altas ventanas

                                                                        Y de inmediato,
                                                                        más que en palabras, pienso en ventanas altas:
                                                                        el cristal en donde cabe el sol y, más allá,
                                                                        el hondo aire azul, que nada muestra,
                                                                        y no está en ninguna parte, y es interminable.

                                                                                                                               Ventanas altas, 1974
                                                                                                                                Philip Larkin




Estoy pensando de quién es un artículo que he leído recientemente, sobre el poder de las palabras y de las imágenes.

Últimamente mi memoria  me trata como criado mal pagado; me desatiende, me demora  sus cuidados o simplemente se me ausenta de parranda.  Sobre todo la memoria  próxima, la de las cosas que aún están tiernas en el calendario, porque olvido datos de ayer mismo y, sin embargo, me es nítido un suceso flaco de hace 30 años.  

O eso creo, pues la fabulación acaso sólo sea la más benévola forma del olvido.

En ese artículo, el olvidado autor decía que a él no le parecía cierta la frase: “Una imagen vale más que mil palabras”. Creo que lo decía porque era un literato, y así se entiende su opinión a las  primeras, porque otra cosa sería de ser fotógrafo, o pintor, vamos: aventuro yo.

El autor  defendía  que cuando se ve la imagen de una ventana , esa ventana vemos, y aunque mil ojos  la vieran, todos observarían mudos la misma. Vale: aquí lo de las mil palabras se cumple. Pero sin embargo,continuaba,  si se dice “ventana” y mil personas la oyen, no tenemos una ventana, sino miles, pues cada cual se imaginará su ventana, o las suyas: la del desván de la abuela, la del hospital mientras esperaba su primer hijo, la del hotel donde pernocta solitario, la de la mañana al despertar en casa de un nuevo amor…

Y que cada cual mire el paisaje que quiera por  la ventana de su mente.

Yo en este blog de escribidor y fotografiador , me propongo exprimir a cada imagen el jugo de sus palabras, así que ando por el medio de esta cuestión.

La foto que hoy traigo está tomada en un barrio de mi ciudad. Es la fachada de un garaje sin más pretensiones que la de albergar vehículos. Y esto es lo debía pensar  un vecino  que me vio haciéndola. A este hombre lo conocía: habíamos trabajado en la misma empresa, y entretenía su reciente prejubilación con paseos matutinos, para que el cuerpo se vaya haciendo al exceso de ociosidad.  

El hombre se extrañaba  de que yo anduviera haciendo una foto a esa fachada insulsa que lleva viendo 30 años, y además, como le indiqué, por arte, no por cuestión catastral ni de ningún manejo de ventas.  Yo le hablé de las curiosas ventanitas que tenía en lo alto,acaso del cielo azul,o de lo otro,  ya no me acuerdo. Y él me decía que bueno, que si yo lo veía así, pues que estupendo.

Y  yo me esforcé en  sacarle su cosa a esta foto, la imprimí en mi mejor papel, lo busqué por el barrio y se la entregué. ¿Qué dijo al verla? Miraba la imagen entre sus manos primero ,y luego la fachada del garaje que teníamos enfrente, y después a vueltas con remirar la foto, hasta que me dijo: “Oye, que no tengo palabras”.

Va a ser que tienen razón los de las imágenes.

Claro que si yo le hubiera leído el inicio del poema “Ventanas altas” del poeta  británico Philip Larkin, yo no sé qué palabras me hubiese dicho:

Cuando veo una parejita e imagino /que él se la folla y ella toma / píldoras o usa un diafragma, / sé que es ese el paraíso…

Y tampoco puedo saber del aluvión de imágenes que le hubiesen  llegado después de escuchar los versos.

Angel de  Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes

Philip Larkin está considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa del siglo XX. Fue gran amante y experto en jazz, y llegó a ser el “Poeta laureado” británico, cargo oficial y remunerado entre cuyos cometidos está el de hacer  loas  a la Reina por sus aniversarios.


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