viernes, 24 de octubre de 2014

Parábola de los hombres araña

Edificios con intrervenciones artísticas promovidas por ZOES, Asociación de Vecinos del Barrio del Oeste de Salamanca, España. 
En primer término, fachada con la  obra realizada por David de la Mano.  
Fotografía propia, abril de 2014.


Creo que fue por entonces cuando empezó a subirse la gente a las paredes.

Tiempo atrás había nacido un virus económico, e incubado en las huras financieras se hizo grande y devoró lo que había por aquellas tierras. Cruzó luego el atlántico, atacó a nuestros pequeños comerciantes,a los autónomos, a los empresarios, a nuestros compañeros y a nosotros mismos. 

Desde entonces la gente pierde sus trabajos,sus casas, su ilusión.

Enseguida los obreros comenzaron a caerse de los andamios y sólo sobrevivieron unos pocos que llevaban casco. Los jóvenes tuvieron que coger de nuevo la maleta de cartón y emigrar por carretera, pues los mastodónticos aeropuertos estaban abandonados, y las mujeres, si querían trabajo, tenían que renunciar a parir hijos.

De la cosa pública se olvidaron. A cualquiera le multaban si se ponía enfermo, en las escuelas el presupuesto no daba más que para tres vocales y las otras dos había que pagarlas por lo privado; y en los parques, si te querías sentar, tenías que llevar tu propio banco.

Cerraban los cines , las librerías, las bibliotecas, los museos, los periódicos y los teatros, y uno tenía que demostrar su embotamiento viendo maratones de tertulias televisivas si no quería ser arrestado.

Los políticos perdieron su coraza, se volvieron de cristal, y así vimos sus vilezas.A las tarjetas de los banqueros se les acabó la cuerda, y ya no pudieron volar sobre ellas como los de Alí Babá. Hubo princesas que se volvieron ranas por ensalmo de su morro, y a las pijas se les aparecían jaguars en los garajes y relojes de oro por los cajones.

En los diccionarios bilíngües para ciegos, palabras como "Honorable" se suicidaban, y viejos conceptos como "Bien Estar Social" o "Derechos de los Trabajadores" eran arrojados por los barrancos. 

Y cosas aun más extraordinarias están ocurriendo,tú lo sabes, así que qué te voy a contar...

Al principio muchos se sentaban por las plazas y ocupaban las calles, Pero luego sólo les quedaron las paredes a las que subirse. 

Ahora hay en ellas millones, y nadie sabe cómo sobrellevan allí la situación viviendo como del aire. 

A veces, cuando voy por la calle, veo caer a alguno que ya ha perdido sus fuerzas.Es entonces cuando los que crearon aquel virus salen a los balcones, sonríen, se felicitan, y chocan sus móviles en un brindis por el nuevo ajuste en sus libros de cuentas.

Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes.

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