martes, 17 de marzo de 2015

De vuelos figurados

Palomas de bronce en monumento, y espadaña de la iglesia en la Plaza Mayor de 
Carbajosa de la Sagrada, Salamanca (España).

¡Apártalos amado,
que voy de vuelo !
Cántico espiritual, 
San Juan de la Cruz



Yo de muchas cosas entiendo poco, y de mística: nada.

Tampoco quiero entender de las glorias electorales con las que en estos días aparecen las gentes de bronce en nuestras plazas. Ya sabéis: esos que solo ahora se descorbatan y desde sus atriles nos cuentan las ingenierías aéreas que harán durante los próximos cuatro años, y nos callan de lo veniales que han sido sus pecadillos de corruptelas varias.

Ahora que le da a mi vuelo por alzarme,pienso que de mística nadie entiende, pues en cuanto lo hace, de lo que hablamos es de literatura, y de la buena.

Oh, oscuras noches de casi todo.

Y acaso entender de política no sea oficio menos gaseoso. 

Pero estábamos con las infusas ciencias del decir, de esas palabras que hervidas en el espíritu nos dejan páginas reparadoras, estimulantes y digestivas como tisanas. 

El próximo 28 de marzo se inicia el año de celebración de los 500 años del nacimiento de una excelsa escritora: Teresa de Cepeda y Ahumada, que, como Juan de Yepes, entendía mucho de muchas cosas de su tiempo terrenal, y de mística: casi todo.

Ambos por sus decires silenciosos, llegaron a santos, y en este Año Teresiano andaremos todos bailándole las letras a la santa, pues en esta España nuestra, si no hay pandereta institucional,parece que apenas sabemos danzar.

Y qué bien danzamos cuando nos llegan estos tocando sus subidas músicas políticas, a nosotros, la ciudadanía, que andamos sin saberlo más místicos que nunca, más teresianos que ni sé, con ese sin vivir en nosotros que nos traemos con la crisis, esperando tan altas glorias de las urnas que morimos  por cualquiera que prometa la resurrección laboral, social, o vaya usted a saber... 

Y tan de precario siempre, convocando a los dioses del Mercado para que llene nuestros pucheros de la lenteja de la Armuña, o del garbanzo pedrosillano.

Esto es lo que pensaba al llegar de mi excursión bicicletera de Alba de Tormes (lugar donde murió santa Teresa de Jesús en 1582) y sentarme en la Plaza Mayor de Carbajosa de la Sagrada. Aquí hay un monumento que representa dos palomas de bronce, tan ufanas ellas sobre atriles de pulido granito, tratando de alzar un vuelo metálico y figurado.

Próxima está la iglesia, y en la iglesia la espadaña, y en la espadaña  dos campanas de un metal que sí proclama verdad, y un nido; y en el nido dos cigüeñas afanosas , y  ya luego el unánime cielo.

Y pensé en todos nosotros, gentes de mudo acero a la espera de un buen replique, allí siempre en las  altitudes de nuestras intemperies, en  nidos hechos rama a ramita durante tantos años que amenazan los vendavales del desahucio; aves, en fin, de vuelos reales, ciertos  y a menudo tan quebrados en pos del pan cotidiano.

Pero seguro que todo esto me lo dictó el cansancio de mis rodadas, y por esto me ha  salido tan terrenal la cosa, tan de economía real estas letrillas. Y es que ya se sabe que los viajeros anónimos solo traemos del camino lo mismo que traería Teresa cuando hacía este mismo trayecto: un largo afán y  polvo que sacudir de las sandalias.

Y tened cuidado, que ellos, ya sabéis, están de vuelo.


Publicado en el periódico digital
Salamanca RTV al Día,
miércoles 18 de marzo de 2015



Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes











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